Sarcófagos de Karajía y El Tigre

Los chachapoyas tenían dos formas distintas de enterrar a sus habitantes, que se relacionaban con su condición social e importancia. Los mausoleos servían como lugar de entierro colectivo, mientras que los sarcófagos se usaban para un solo individuo. En ambos casos, los colocaban en cuevas excavadas en los acantilados ubicados en la margen izquierda del río Utcubamba.

En el caso de los sarcófagos, solo los pueblos que habitaron en la provincia de Luya utilizaron esta forma de entierro, y todos fueron ubicados en acantilados con vistas al oriente. Se trata de sepulcros escultóricos construidos con arcilla, paja y madera, y enclavados en un acantilado montañoso. Tienen forma de grandes cápsulas de aspecto humano, con caras aplanadas y mandíbulas prominentes, y están decorados con diseños geométricos y tintes naturales. Además de su forma y ubicación, sorprende el hecho de que todos están colocados de pie.

Los más conocidos son lo de Karajía: seis sarcófagos de más de 2 metros de altura construidos con arcilla, paja y piezas de madera, y decorados con diseños geométricos. Algunos tienen una cabeza trofeo colocada sobre la cabeza del personaje principal, lo que indicaría que el individuo era un guerrero.

Para llegar a Karajía, se sube primero hacia el pueblo de Cruz Pata, y luego se parte a pie o caballo hasta llegar al acantilado. El camino de bajada toma solo 45 minutos a pie; y el regreso, 1 hora y 20 minutos.

Para llegar al cerro El Tigre, se toma la carretera en dirección a la localidad de Pedro Ruiz Gallo, y luego el desvío hacia San Jerónimo. Una vez ahí, la caminata toma 1.5 horas para llegar al pie del cerro El Tigre, desde donde se asciende para encontrar el primer grupo de 14 sarcófagos, todos de diversas alturas y decoraciones. La subida es empinada y las condiciones de las estructuras una vez en la cueva de los sarcófagos no son recomendables para personas que sufran de vértigo.